jueves, 8 de marzo de 2018

Call me by your name



Cuidao que vienen curvas. Oscar al mejor guión adaptado, "Call me by your name" deja en evidencia el discurso moralista facilón de los últimos años. ¿Gay pride? Yeah ¿Feminismo? Of course ¿Black power? A tope ¿Relación homosexual entre un adulto y un adolescente? Eh... bueno, ejem...
Les duele reconocerlo, pero esta película es demasiado para los yankees. De cara a la galería queda bien nominarla pero no nos pasemos. Oscar del montón y a mirar a otro lado. Degenerados.

Para ser justos con el puritanismo gringo, he de decir que si vas sin preaviso, te pilla en fuera de juego. La película empieza muy Europea; familia americana, culta, comprensiva y sensible pasa el verano bajo el radiante sol de Italia. En este enclave, se fragua una relación de cercanía entre Elio, el hijo adolescente del matrimonio y Oliver, un adulto seguro de sí mismo que pasa el verano con ellos. Todo parece indicar que la película girará en torno a cómo Elio ve en ese hombre adulto un reflejo de la seguridad y autoestima que desearía para él pero que la adolescencia le niega.
Hasta que de repente, felación.

Llamadme ingenuo, pero no me lo veía venir. Llega un momento que piensas "¿Se está insinuando el chaval?" Desconcierta un poco, hasta que pasan las escenas "¿Le está agarrando el paquete?" Ya ahí, miro al resto de espectadores de la sala desconcertado. "Un momento, ¿se están dando mandanga?". Ojo, a ver si es que van a ser maricas. No estoy seguro. "¿Se la está chupando? ¿Pero como amigos o en plan homosexual?"
Así es, jugando al límite. Menor de edad y hombre adulto. Al final te lo venden como que el amor es muy bonito y que cada uno hace en la vida lo que quiere y lo acabas comprando.

Lo mejor: Es maravilloso ver como Elio, un chaval de 1983, viste igual que cualquier viandante de Malasaña en 2018.
Lo peor: Elio tiene 17 años. Tú eres un treintañero con barriga que despista su incipiente alopecia dejándose barba. Un poco de dignidad, vístete normal.
Conclusión: Dicen que el primer amor no se olvida. Más aún si es un señor el que te ha atusado el lomo.


martes, 6 de marzo de 2018

Déjame salir



Entramos en materia. Ganadora del Oscar al mejor guión y gran triunfadora en los premios Spirit (¿alguien había oído hablar de ellos?) llega la película que ha supuesto un punto de inflexión en mi forma de ver el cine. Antes de empezar quiero dejar claro algo: "Déjame salir" es, a todas luces, una de las mayores mierdas que he visto en mi vida.

La historia va de Chris Washington, un joven negro que...
- ¿Cómo?? ¿He oído joven afroamericano? ¡Id sacando brillo al Oscar!
- Pero señor, si todavía no sabe ni de qué va la película...
- ¡Calla, racista de mierda!
- Lo siento, señor Weinstein.

Chris Washington es un joven de color (negro) que tiene una novia de color (blanco). Como en todas las relaciones, tiene que afrontar un paso difícil, ir a conocer a los padres de ella. La cuestión es doblemente peliaguda, Chris es negro y sus suegros son radiantemente blancos.
En un ambiente tan blanco surgen leves roces raciales o momentos incómodos.
- Oye suegro, ¿me das un Ducados?
- No fumo negro.
- Pues dame un Fortuna.
- Te he dicho que no fumo, hostias.

Cuando parecía que esta mierda acababa aquí, empieza lo bueno de la peli. Empieza la parte que ha merecido un puto Oscar al mejor guión:
Pongamos que tú, lector, eres un anciano, rico y blanco. Como estás harto de tu cuerpo pellejo, llamas a los suegros de Chris para que rapten a un joven y atlético afroamericano. Os tumban a los dos en un quirófano y meten tu cerebro en el cuerpo del negro (y el cerebro del negro lo tiran a la basura). Así, en media hora, sales del quirófano con un cuerpo totalmente nuevo, musculado y negro.
Pum. Oscar.

Lo mejor: Vamos por el buen camino en la lucha contra el racismo. Era necesaria esta película. El rapto y la posterior extirpación de cerebros es un tema que tiene que dejar de ser tabú.
Lo peor: Tiene un aire a "El ciempiés humano" pero por alguna extraña razón una está considerada una basura de serie B y otra tiene un Oscar. 
Conclusión: Ya fuera de bromas, esta película no cumple con los requisitos mínimos. Es una película de estudiante de dirección y guión. Este año los Oscars han dado vergüenza ajena y lo peor no es eso, lo peor es hacer malabares mentales para justificar esta película como lucha por la igualdad. Moonlight era una película con calado social. Y era buena. Déjame salir es un chiste.


lunes, 5 de marzo de 2018

Tres anuncios en las afueras



Al igual que todos los años en los Goya tenemos un drama social bien patrio, los Oscars no podían ser menos. En lugar de Luis Tosar, de Lugo, ellos tienen a Woody Harrelson, de Texas. Suficiente para que salgamos a las calles pidiendo un Oscar por cualquier mierda que huela a Old West.

Pueblo de Missouri, zona agreste en el culo de Estados Unidos donde la vida se rige por la ley del más fuerte. Nuestro protagonista, una persona taciturna de 60 años al que los fantasmas del pasado han agriado el carácter hasta el punto de vivir fuera de la sociedad, clama venganza. Implacable, plantará cara al sheriff y al alguacil de la ciudad a los que culpa de no hacer nada para encontrar a los forajidos que violaron y asesinaron a su hija. Haciendo gala de una dureza aplastante y unos métodos no siempre dentro del marco de la ley, nuestro particular Llanero Solitario se tomará la justicia por su mano con el fin de llegar al fondo del asunto.
¿Es Clint Eastwood? No, es Frances McDormand en un nuevo refrito.

Lo mejor: Para dar impresión de seguridad y dureza, a los de estilismo no se les ha ocurrido nada mejor que vestir a Frances McDormand como una pandillera del penal de San Quintín.
Lo peor: Woody Harrelson es de Texas y solo hace papeles de tópicos sureños (sheriff, asesino a sueldo, esposo de su prima...) Es como si Luis Tosar solo hiciese papeles de gallego (estibador, traficante, señor indeciso...)
Conclusión: ¿Merece más el Oscar que "La forma del agua"? Sí. ¿Merece un Oscar? No.


La forma del agua



Ya dije que es una pena que no esté ambientada en Navidad, así la podríamos ver todos los diciembres en Antena3. Una historia que bien podría haber ganado el Oscar en el año 1960 pero que se lo lleva en 2018. Guillermo del Toro ha estado en el lugar correcto, en el momento exacto. Tras un par de años de Oscars reivindicativos (curas pederastas, negros gayers) este año tocaba premio al espectáculo de Hollywood; y ahí estaba el mexicano de los 200 kilos con su cuento de niño pequeño.
Esta es la historia de Eliza Espósito, una mujer muda que vive en una casa llena de moho y goteras. Es pobre, y muda, y trabaja pasando el mocho en una base super secreta de experimentos y mierdas. A pesar de ser un edificio top-secret, Eliza (que es muda) y su compañera (que es negra) entran y salen como si estuviesen en su casa. 
En una de sus idas y venidas con la mopa por las salas de experimentos, Eliza, que es muda, se encuentra con El Monstruo del Lago. Y claro, empatizan. ¿Por qué? Porque Eliza, no se si nos hemos dado cuenta, es muda. El monstruo del lago no la juzga por ser muda (ojo que sensibilidad) y ambos comienzan una relación que se forja en diez minutos. El monstruo del lago se traslada a vivir a la bañera de Eliza y ahí se dan mandanga (sí, se dan mandanga) hasta que Eliza cae en la cuenta de que vive en una zona costera y lo puede devolver al mar cual salmonete.

Lo mejor: La decadencia de los Oscars. Éste año han votado por descarte, como cuando votamos en España en las elecciones.
Lo peor: En ocasiones me ha recordado a Amélie, pero en cutre. Una Amélie que no ha salido de  su pueblo, Hollywood. Encerrada en una historia manida y repetitiva pero con dinero.
Conclusión: Os juro que un poco el trasfondo de la película es retratar a la gente que no encaja del todo en la sociedad de una época determinada. Una mujer muda, un hombre homosexual, una mujer negra, un espía ruso que es buena persona y un monstruo del lago. Toca todos los palos.


miércoles, 15 de noviembre de 2017

Blade Runner 2049


Vamos a ser serios, Blade Runner, la original, es espesita. Cualquier persona con criterio que se plante delante de la pantalla sentirá un leve escozor de tedio a los escasos primeros cinco minutos de la película. Ya ahí depende del bagaje de cada uno de apreciar sus cualidades (que las tiene, y muchas) o dejarse llevar por la somnolencia. Pero se le perdona, ¿verdad? Hay que respetar a los mayores y tener en cuenta que se rodó hace más de 35 años. Además, siempre he sido muy fan del "futuro ochentero"de coches voladores y americanas con hombreras.

Hablemos ahora de Blade Runner 2049. Para empezar, qué ganas de pillarse los dedos. Y es que el año 2049 está a la vuelta de la esquina; coches voladores, implantación de recuerdos, software con sentimientos, replicantes, mundo semi apocalíptico... De verdad, no hubiese costado nada llamarla Blade Runner 3049 y vas con margen. Ya bastante estamos sufriendo para igualar el futurista 2015 de patinetes voladores y zapatillas que se atan solas los cordones que planteaba Regreso al Futuro 2. No nos metáis tanta presión que se nos echan encima los años.
Voy a hacer mi propia porra para ese año. Vaticino todavía mayoría de coches de gasolina sobre los eléctricos, pantalones de campana (esto es cíclico), Google glasses o similar y Fifa 2049.

Ryan Gosling es un replicante. Esto se sabe desde el principio. Primero por su ya de sobra conocida escasa expresividad y segundo porque le mete una mano de hostias al mismísimo David Batista en el minuto uno. 
Como he dicho, Ryan Gosling es un replicante que "retira" (ajusticia) replicantes antiguos. Es como las actualizaciones de Apple, no hay piedad con los terminales antiguos. Hasta que un buen día le da por creerse el centro del Universo. Piensa que es el primer replicante de la Historia nacido de forma natural a partir de otro replicante. Es tal la película que se monta que va a visitar a Harrison Ford, aunque realmente, la razón de su visita no es otra que la de dar una excusa para sacarle en pantalla y que la película tenga más tirón. 
Entre los dos, consiguen hacer bulto durante casi 3 horas de película y finalmente descubrir quién es en realidad la auténtica primogénita replicante: Una mujer burbuja que solo puede tener contacto con otras personas a través de un cristal. Auge y declive del imperio replicante en una tarde.

Y pensaréis, ¿da para tanto esta película? Sí. El director Dennis Villeneuve es capaz de llenar de humo todas las escenas y sacar adelante horas de película con tan sólo cuatro actores. Hipnotizando con bellos paisajes y sobrecogedores ambientes generados por ordenador, es el plus principal con el que cuenta esta película con respecto a la original de 1982. Es más, está tan vacía, que el malo (sí, es una película con malo), a pesar de ser el dueño del mundo y fundador del mayor emporio de la historia, sólo tiene una empleada. Solitaria empleada que persigue a nuestros protagonistas hasta que muere. Ya entonces acaban las hostilidades y el malo malísimo desiste.

Lo mejor: Hay tanta niebla argumental y ambiental, tantos vacíos y deja tantas lagunas finales que es admirable ver cómo éste director saca adelante (y con críticas favorables) sus últimas películas.
Lo peor: Películas de casi 3 horas, capítulos de series de casi 1 hora... Ya está bien, dejadnos vivir.
Conclusión: Volviendo al tema de los pantalones de campana que he comentado antes. Hace poco vi a una chica llevando unos campana. Pero con estilo, una moderna, no la típica persona que ha vivido de espaldas a las modas y lleva pantalones campana porque son los mismos que llevaba en 2005.
En ese mismo instante me di cuenta: Están volviendo. 


viernes, 27 de octubre de 2017

Tarantino

Mes triste, ha cerrado Aficciones, una web en la que puntualmente colaboré.
Como despedidad, rescato la que en mi opinión fue el mejor texto que publiqué.

No quisiera dejar pasar ni un segundo para empezar a hacer amigos. Así que no veo mejor momento para recordar una de mis más polémicas frases:

“Tarantino, el director de los que no tienen ni puta idea de cine”. 

No me juzguéis todavía. He de reconocer que esta controversia barata no es del todo cierta. Pero sí es germen del asunto que me trae hoy aquí. Hace años que observo un comportamiento común entre mis coetáneos. Se trata de la tremenda admiración hacia el fantástico (lo digo de corazón)  cineasta Quentin Tarantino. Admiración que se convierte en fanatismo a la hora de explicar sus cine. Fanatismo que se torna extremismo cuando de defenderlo ante ingratos como yo se trata.

Y yo me pregunto, amigo Tarantino: ¿Qué les das?

¿Qué tienes para ser idolatrado? ¿Por qué la gente te admira por encima de tantos otros? ¿A qué se debe que tu aura resplandezca siempre brillante? ¿Por qué nadie reconoce que el diálogo de “Like a Virgin” es una gilipollez? ¿Por qué Pulp Fiction me aburre? ¿Por qué, a pesar de tu legión de incondicionales, nadie ha visto Jackie Brown? ¿Por qué Malditos Bastardos (edito: Odiosos 8) me parece tu mejor película? ¿Por qué cada día se te acerca más la barbilla a la boca? ¿Por qué no te metieron en la cárcel por Death Proof? ¿Por qué en Django veo un leve rayo de esperanza? ¿Por qué no te puedo amar como el resto? ¿Qué me pasa, Quentin?

Así que me decidí a revisar de nuevo lo que para muchos es la cúspide de su cine. Kill Bill. Las dos, por si acaso. Quería saber qué era lo que veía la gente en aquel refrito de películas y géneros olvidados. Qué veían en ese popurrí de elementos. En ese remix de panchitos y pipas. En esa recopilación de ambientes y escenas digna de documental de cine. Y entonces, mientras disfrutaba de una lucha con katana en pleno desierto cowboy, lo comprendí.

Tarantino es El Cine. Es el remix de los top de YouTube. El recopilatorio de lo mejor y lo peor metido a capón. Es la lista de “Películas que ver antes de morir” que nunca verás. Tarantino te trae dosis de cine suficientemente asequibles como para ser digeridas. A la gente le gusta tirarse el rollo, le gusta saber de cine y le gusta tener una opinión asentada. Pero no le gusta tragarse mierdas en blanco y negro. La gente pasa de perder tiempo en los clásicos de cine. La gente lo quiere todo ya. Y ahí aparece Quentin Tarantino. Es como el Ferrero Rocher. La exquisitez de Isabel Preysler en el supermercado de barrio. Tarantino es la calidad asequible. Tarantino es una opinión válida, asentada y suficientemente profesional.



Y no sólo es la wikipedia del cine. Tarantino es un Estatus. Tarantino es lo caro de lo barato. Es beber Jack Daniel´s con Coca-Cola. Suficientemente lejos de la pedantería pero un paso por delante de la vulgaridad. Tarantino es quedar bien. Es ver cine sin verlo. Es saber de cine sin saber. Es quedar bien. Saber de todo y de todo entender.

Yo te alabo, de verdad, fan de Tarantino. Sabia elección. Mejor esto que ser un moñas. Tarantino es la jugada ganadora. ¿Qué quién es mi director favorito? Tarantino, porque es un transgresor. Y ya está, quedas como un señor. ¿Cine antes de los años ’90? Lo que el Viento se Llevó y alguna de gladiadores.

viernes, 6 de octubre de 2017

Stranger Things



Me he venido arriba y he llegado a opinar que Stranger Things es la mejor serie original de Netflix. No es verdad (tampoco he visto todas), aunque posiblemente no ando lejos. Y es que en Netflix no es oro todo lo que reluce. Las millonarias campañas publicitarias y las vagas opiniones de los trillones de nuevos expertos en series hacen que Narcos, Daredevil y House of Cards sean la nueva Santa Trinidad catódica. Por eso vengo a defender Stranger Things y, aunque hable mal de ella, es la única que, de momento, se ha ganado un milmillonésimo milímetro cuadrado en mi corazón.

Antes de empezar, y aprovechando que se acerca Stranger Things 2, me vais a permitir una reflexión: Recomendar series se ha convertido en la piedra angular del cuñadismo ilustrado.
"¿No has visto Stranger Things? No me lo creo. Está muy bien, te la recomiendo".

Empecemos con la serie. Stranger Things va de raros, pero no de cosas raras, si no de personajes raros. Un casting muy atinado que ofrece un elenco de gente peculiar a la que, en menos de lo que esperas, se le coge cariño. Los protagonistas son unos niños. Niños raros. Con cara de filicarpio, un negro que parece un señor mayor, otro sin dientes y operado de la gorra y uno canijo. Un macarra a lo Danny Zuko, pija a lo Sandy Olsson, un hermano mayor a un paso de Columbine y un policía con un pasado triste que le consume. Todos ellos girando alrededor de Eleven, una niña con poderes psíquicos. Pero en el pedestal de los majaras, la reina de todos los frikis, la madre de todos los monstruos, solo puede ser una. Winona Rider.

Con este plantel se conforma una historia de ficción bastante llevadera. Dejando más poso por sentimiento que por guión; sus entrañables personajes ochenteros ciegan la razón.
Y es que el éxito radica en llegar a la fibra de los espectadores. Espectadores que añoran el pasado. Su juventud. Los 80. Una época donde lo petaban, donde eran los números uno en nada pero en todo a la vez. Un filón para Netflix.
Esa brecha generacional a la que ahora solo les queda una vida de fachada, de cara a facebook y de impresionar con lo poco que les da la vida. Un intento de ocultar penurias con admiración social infundada en supuestos conocimientos seriéfilos.
No seáis así, treintañeros / cuarentones. No vayáis de listos con las series. No recomendéis series de Netflix. "¿No has visto Stranger Things? No me lo creo. Es un rollo E.T. o (bonustrack) Super 8. Deberías verla"
Cállate la boca, Stranger Things tiene un poco de Stalker de Tarkovsky, de Under the Skin (si no la habéis visto, es la que sale Scarlett Johansson desnuda) o de Déjame entrar de Tomas Alfredson, pero NO de Super8. Payaso.

Lo mejor: Es verdad que sí que tiene un poco de E.T. El Extraterrestre. A Eleven la disfrazan igual que cuando disfrazaban a E.T.
Lo peor: Al principio muere una adolescente y, a pesar de ser una adolescente gigante, nadie parece echarla en falta.
Conclusión: Recomendar series de Netflix es como recomendar cafés del Starbucks.

miércoles, 12 de abril de 2017

Pumping Iron



Amantes de los largometrajes de gladiadores, hoy os traigo una joya del mundo del documental, Pumping Iron. Una película inicialmente perturbadora hasta que pose a pose te va aprisionando entre sus biceps de aceite y normalidad. Y es que, durante los primeros 15 minutos, es inevitable sacarte de la cabeza el pensamiento de: "Qué cojones hago viendo esto". Incluso sobrevuela un inicial sentimiento de pudor ante la posibilidad de que tu abuela pase por delante de la televisión y te sorprenda viendo tal cantidad de hombres semidesnudos. Aunque ya digo que es un sentimiento pasajero, uno de los grandes valores de esta película es normalizar y acercar el culto al cuerpo hasta el punto de que ver a dos maromos darse aceite mutuamente en las cachas traseras no resulte sexualmente tenso.

Vamos a ser realistas, esta película gira en torno a lo fuerte que está Arnold Schwarzenegger y para ensalzar su apolinea figura. Rodada en 1975, se centra en cómo Arnold gana el Mr. Olympia de ese año sin levantarse del sofá. Para los blandengues os explico que el Mr. Olympia es el certamen anual más prestigioso donde se elige al culturista que más pincheroides se ha tomado a lo largo del año.

Es muy interesante el modo piramidal de este documental; nos lleva de fracaso en fracaso (de otros culturistas) hasta llegar a la victoria final (de Arnold) para agrandar aún más si cabe la figura del Número 1.

Fracasos
Este es el grupo de los que se dejan los cuernos en el gimnasio. Gente de a pie que se apuntó al gym y no supo darse de baja.
Empezamos con Mike Katz, padre, profesor de escuela, bizco y calvo con melena rubia a lo Hulk Hogan. A pesar de estar como un tanque de fuerte, no es profesional todavía. Un claro ejemplo de persona a la que no le pega estar tan exageradamente fuerte. Fracaso.
Seguimos con Franco Columbu, un italiano gran amigo de Arnold e igualmente musculado aunque con un hándicap insalvable, mide metro y medio. Una condición que, al lado del gigante austriaco, le hace parecer un Madelman. Franco Columbu viene de un pueblo de Italia como el de El Padrino, donde estar tan fuerte solo le vale para impresionar a los paisanos de la zona. Fracaso.
Y por último, el gran rival de Arnold, Lou Ferrigno, un italo-americano con más pelo que una oveja. Lou entrena en un gym que parece la sala de espera de Saul Goodman, siempre bajo la atenta mirada de su padre. Éste, que viste chándal con camisa, le mete mucha caña, pero Lou no da para más y al final no es capaz de destronar al rey. Lou Ferrigno será recordado más tarde por pintarse de verde para interpretar a Hulk. Fracaso.

Éxito
Tras pasarse todo el documental echándose la siesta, Arnold Schwarzenegger se levanta, se quita la camiseta, eclipsa el sol con su deltoides y, como todos esperábamos, gana el Mr. Olympia de 1975.


Lo mejor: Mostachos, blancos, afros, calvos con melena, negros, patillas, rubios, raya en medio... Eso era variedad. Ahora todos los culturistas son calvos y marrones.
Lo peor: Se nota un vergonzoso favoritismo hacia Arnold por parte de público y jurado. El propio presentador del certamen da paso a su entrada refiriéndose a él como "único e insuperable", algo que no hace con ningún otro contendiente.
Conclusión: Muchos culturistas se dieron cuenta, tarde, de que el Gobierno no da subvenciones por estar fuerte.


jueves, 9 de marzo de 2017

Manchester frente al mar



Como se que no frecuentáis este tipo de películas, os la resumiré comparándola con una película más amigable y adecuada a nuestro nivel cinematográfico.
¿Recordáis la obra maestra "Solos con nuestro tío", esa película con Macaulay Culkin y que fue el prólogo de las míticas "Solo en casa"? El tema era sencillo, unos padres de familia tienen que dejar a sus hijos a cargo de su tío Buck, un soltero bebedor de cerveza e irresponsable incapaz de llevar una vida convencional. La gracia estaba servida, un tío desastre que de la noche a la mañana tiene que sentar cabeza para convertirse en la figura paterna temporal de sus sobrinos. Risas mil.

Pues "Manchester frente al mar" es el remake. Unos pequeños arreglos dramáticos convierten un clásico de la risa de los 90 en una seria candidata a los Oscars de 2017.

Lo primero es sustituir al tío. Ya no vale el rellenito y bonachón John Candy. El tío Buck hacía gracia, pero ahora hay que buscar drama, caras lánguidas y miradas vacías. Para eso llamamos a Casey Affleck, un actor que siempre ha hecho papeles de relleno pero que de la noche a la mañana se proclama actor del año. Y nosotros sin darnos cuenta. Pum, Oscar en tu cara. Metiéndonos a los Affleck con calzador.
Luego está el sobrino, el segundo protagonista de la película. En la de "Solos con nuestro tío" era Macaulay Culkin. Es verdad que si querían drama podían haber vuelto a contratarle. Hubiese sido un puntazo, pero bueno, en su defecto el papel de sobrino es interpretado por un chaval aleatorio. Cuanto más Don Nadie sea mejor, para que nos fijemos bien en el nuevo adalid de la interpretación dramática, el tío Casey.
Padres. Aquí hay un cambio sustancial. En la peli de risa los padres no están en casa porque tienen que salir fuera el fin de semana. En la peli de llorar los padres no están en casa porque una es alcohólica y el otro está muerto. Así.
Hay otro dato que aporta mucho drama. Si bien el tío Buck era un bebedor de cerveza borrachín y divertido, el tío Casey es un bebedor de cerveza alcohólico y sociopata. Los dos consumen la misma cantidad de alcohol, pero parece ser que el pequeño de los Affleck tiene peor beber.

Estos arreglos, junto con la flamante historia personal de Casey, convierten esta película en un vendaval dramático que azota la eterna cara de paisaje de nuestro protagonista mientras se mantiene estoica durante dos horas de tristeza interna. Un círculo perfecto que cierra una saga mágica del cine.

Lo mejor: Casey Affleck, como ya tiene un Oscar, se puede permitir el lujo de dejarse una barba desaliñada. Un estilo solo al alcance de los actores que están por encima del bien y del mal en Hollywood.
Lo peor: Ser un gordo borrachín como el tío Buck hace mucha gracia... hasta que te encuentran muerto en un hotel de México por un infarto con tan solo 43 años.
Conclusión: "Solos con nuestro tío" nos la vendían en España como "La nueva película del protagonista de Solo en casa (1990)" a pesar de que "Solos con nuestro tío" (1989) se rodó un año antes. Es decir, que era tan mierda que a España solo llegó tras el tirón de "Solo en casa".


lunes, 27 de febrero de 2017

Moonlight



Año tras año el gremio de cómicos tiene la necesidad de auto-condecorarse, de ponerse medallas en prime time para que todos reconozcamos su esfuerzo para con la sociedad. Pero esto no queda ahí, ahora, a esta felación grupal, se une la necesidad de adoctrinar. La necesidad de sentar cátedra desde el pedestal de la televisión y con la superioridad intelectual que da ser artista. Así vemos que año tras año el cine queda relegado a un segundo plano en favor del tema que toque. Obviamente, este año toca Trump. Y aquí es donde me tiro a la piscina. ¿Es Moonlight lo mejor de este año? ¿O el combo negro / acoso / homosexualidad ha influido algo en esta decisión? ¿Es LaLa Land mejor película, de calle, en casi todos los aspectos pero demasiado inocua?

Pero bueno, yo aquí vengo a lo que vengo, a hablar de la flamante ganadora del Oscar a la mejor película, Moonlight. Si en mi anterior crítica, Comanchería, veíamos el tema blanquito redneck sureño cuyos padres son primos, hoy nos toca el tema nigga thug life San Andreas. El ying y el yang de la clase baja americana.

Moonlight es la historia de una vida. De la niñez, adolescencia y madurez de Chiron. Un afroamericano desde que nace hasta que se compra un low rider.

Infancia: Chiron es un niño cabezón que vive en un videoclip de Ice Cube. Sin padre, con una madre adicta al crack y en un barrio copado por dealers y yonkis, a Chiron le quedan pocas ganas de ser feliz. Por si fuera poco, le calientan en el cole por ser un niño blandito.
Por fortuna, Juan, el camello del barrio se fija en él, abriéndole las puertas de su hogar y dándole el cariño que no encuentra en su madre. Aquí se produce un tema curioso, y es que a Juan nos lo venden como a la Madre Teresa de Calcuta. Por el día es el "Hermano mayor" que cuida de Chiron, evitando que se meta en líos; pero por la noche no duda en venderle unas bases a la madre del crío.

Adolescencia: Pasamos de niño blandito a adolescente gay. Lamentablemente, en semejante barrio, se lo tiene bien calladito. Aunque eso no impide que el acoso escolar vaya en aumento. La situación de nuestro protagonista es insufrible. Un colegio que parece una cárcel, una madre que ya es campeona Olímpica de fumar en plata, Juan, el dealer, fallecido... Caldo de cultivo para que Chiron explote y evolucione al siguiente nivel.

Madurez: Chiron ahora es 50cent. En cosa de diez años ha ganado unos treinta kilos de masa muscular y se ha comprado el kit de Thug Life; abalorios de oro (incluidos dientes), pañuelito taleguero en la cabeza, pistola y, como ya mencioné, un low rider. Chiron es el nuevo Juan. Un dealer que llena de drogas, violencia y miseria las calles. Pero eso sí, con un gran corazón. 
Aunque todo cambia cuando recibe la llamada de su amigo de la infancia. El amigo que le acarició el gato en la adolescencia. El amigo que le abrillantó la empuñadura. El amigo que le atusó el badajo. El amigo que le hace replantearse quién es Chiron en realidad. El amigo que le recuerda al niño que una vez fue.

Lo mejor: El Oscar a Mahershala Ali a mejor actor secundario apoya mi teoría. Diez minutos contados en pantalla poniendo cara de limón no son suficientes para un Oscar... A no ser que sea el Oscar reivindicativo a un actor musulmán negro. Aunque mejor dárselo a Remy Danton que a Jeff Bridges por hacer de Jeff Bridges.
Lo peor: Ser gay es dificilmente compatible con la thug life.
Conclusión: Si el nombre de Mahershala te parece jodido de pronunciar, deberías saber que es un diminutivo de Mahershalalhashbaz.